1 de Marzo del año, 2000
De: R. Jensen
24 Running Deer Road
Phenix City Al 36870
Para:
Watchtower Bible and Tract Society
25 Columbia Heights
Brooklyn, N.Y. 11201
Estimados hermanos:
Aprecio mucho la respuesta que me enviaron el 21 de Febrero del 2000, y la consideración que dieron a las cartas que envié en Febrero y Julio del año 1998, así como en Noviembre del 1999. Sin embargo, independientemente de sus respuestas me temo que ustedes no han entendido la gravedad de mi confusión y mi necesidad de respuestas claras y objetivas. Debido a esto, y temiendo que otras personas analicen concienzudamente nuestra postura en lo relacionado a la sangre, intentaré explicar una vez más las dificultades a las que me enfrento con frecuencia. Antes de hacer eso, les haré un comentario acerca de la respuesta que ustedes me enviaron el 21 de Febrero del año 2000.
Yo no hablo de imponer mis deseos en nadie; de hecho, hago mi mayor esfuerzo por evitar hacer precisamente eso. En estos momentos dudo que yo pudiera imponer algo sobre alguien; incluso si así lo deseara, pues en cuestiones de tipo médico soy totalmente incompetente para dar una opinión digna de tomarse en cuenta, lo cual es parte de mi problema. Por ejemplo, si alguna persona decidiera aceptar una infusión de glóbulos blancos para fortalecer su sistema inmunológico, yo, debido a nuestra postura, me vería forzado a imponer la sanción que dicta nuestra política interna en lo referente a nuestra negativa a las transfusiones de sangre, la cual prohíbe las transfusiones de glóbulos blancos. Puesto que no me siento capacitado para explicar por qué los glóbulos blancos están prohíbidos, mientras que otros derivados sanguíneos sí son permitidos, lo único que yo podría hacer es declararme incompetente, y por lo tanto, negarme a verme envuelto en ese caso.
Yo no busco la forma de convencer a todo el mundo para que ellos acepten nuestra postura, pues tal aspiración no es factible; además, eso está de acuerdo con las palabras de Jesús, quien dijo que la gran mayoría de las personas se encuentran en el camino que conduce a la destrucción -2Timoteo 3:7-. En lo referente al personal médico o a cualquier persona, no es mi intención el ganar su aprobación, sino mas bien, adquirir, por medio del consejo de ustedes, la convicción para poder enseñar eficazmente a mi familia, a los doctores, a los miembros de mi congregación, y a toda persona que esté interesada en nuestra fe.
Yo no busco explicaciones relacionadas con una “Nueva” enseñanza, sino respuestas sensatas y objetivas a preguntas y enseñanzas que han existido por décadas. En su carta del 21 de Febrero del 2000 ustedes me aconsejaron tener la misma actitud de espera que Miqueas. En lo referente a esta actitud, la edición del 1 de Enero de la revista La Atalaya nos dice lo siguiente: “Si un Cristiano no entiende a cabalidad una nueva explicación de las Escrituras, él hace bien al mostrar una actitud similar a la de Miqueas, quien dijo: “Mostraré una actitud de espera para con el Dios de mi salvación”.
Esa respuesta es un comentario a cómo debemos ver una nueva enseñanza desde el punto de vista personal- quiero recordarles que mis preguntan no tienen nada que ver con algo “Nuevo”, sino con una enseñanza que ha estado en vigencia por décadas-. Por lo tanto, les pregunto, ¿Es irrazonable buscar respuestas aceptables y razonables a enseñanzas que pueden considerarse viejas? ¿Es irrazonable preguntar el porqué de tales respuestas y explicaciones? ¿Es irrazonable que una persona a quien se le pide que enseñe y haga cumplir dicha enseñanza pregunte y exija una respuesta clara y fidedigna respecto al porqué de dicha enseñanza, o las razones bíblicas que justifican tal postura? Por favor, vean el libro Organizados Para Efectuar Nuestro Ministerio en la página 44, o si no también lean Nuestro Ministerio del Reino del mes de Febrero del año 2000. Mis preocupaciones y dudas a este respecto han existido por mucho tiempo, y es obvio que estas dudas no desaparecerán en el futuro. Es por eso por lo que he recurrido a ustedes para aclaraciones bíblicas al respecto; también es por eso por lo que he esperado pacientemente y les he dado el tiempo suficiente para considerar mis preguntas seriamente. En lo referente a enseñanzas “Nuevas” por lo regular damos razones y explicaciones bíblicas para ese nuevo entendimiento. El que entendamos o no el nuevo punto de vista tiene que ver más con nuestro entendimiento de las razones bíblicas, que con la “Nueva” enseñanza que se presenta. En lo relacionado a nuestra enseñanza respecto a la sangre las razones son muy claras - al menos son muy obvias- sin embargo, el mecanismo al que se llegó a tal enseñanza, así como sus implicaciones y consecuencias no son bien entendidos por muchos; incluyendo muchos de nuestros hermanos. Las preguntas que he hecho tienen que ver con buscar explicaciones bíblicas a nuestra postura, y el porqué y el cómo de dicha postura.
Estas son algunas de las preguntas para las cuales necesito una aclaración detallada, pues son las razones por las cuales escribo a ustedes:
Nuestra postura actual hace distinciones entre los diferentes componentes de la sangre para uso médico. Obviamente, debido a ello, surge la pregunta: Si nosotros toleramos el uso deliberado de ciertos derivados sanguíneos, entonces, ¿Por qué prohibimos el uso de otros componentes de la misma sangre? Puesto que usamos la Palabra de Dios para justificar nuestra postura al respecto, nosotros debemos utilizar la misma Palabra de Dios para explicar el porqué algunos derivados sanguíneos son aceptables y otros no, de otra manera es imposible defender y justificar los componentes que son “Apropiados” y los que son “Inapropiados”. También es imposible defender nuestra tolerancia, así como nuestra intolerancia, en el asunto de la sangre basándonos en premisas tan disímbolas. Nuestra literatura muestra una razón bíblica para nuestra negativa al rehusarnos a las transfusiones de sangre, al mismo que habla de ser razonables en cuanto a aceptar derivados sanguíneos.
La razón bíblica para dicha negativa hace la distinción de la sangre como elemento nutritivo, y por lo tanto, considera el hecho que dicha sangre pueda inmunizar al cuerpo de ciertas enfermedades. A continuación presento lo que en mi opinión son fallas y errores en lo referente a tal distinción:
1.- Según ustedes, los componentes sanguíneos son nutrientes para el cuerpo; por lo tanto, según ustedes, la nutrición que representan esos componentes sanguíneos es inaceptable.
2.- Lo que nubla mi entendimiento respecto a esta postura es lo que ustedes escribieron en el libro Perspicacia Para Entender Las Escrituras en el volumen 1, página 629, donde leemos: “Sin embargo, si alguna persona aceptara sangre en su cuerpo para el tratamiento de una enfermedad, eso violaría la Ley de Dios”.
Es obvio que esta declaración tiene que ver con asuntos que van más allá de la simple nutrición. De manera específica puedo decirles que encuentro muy contradictoria esta declaración, pues no entiendo por qué el utilizar derivados sanguíneos para “Inmunizar al cuerpo de ciertas enfermedades” pueda considerarse aceptable, lo cual en mi opinión oscurece el significado correcto del término “Nutrición”.
Lo que hace el entendimiento de la palabra nutrición aún más confuso es el hecho que según la ciencia médica, la transfusión de nutrientes de la madre al feto se efectúa por medio de la placenta. Por favor, vean la respuesta a esta pregunta en la sección “Preguntas de los Lectores” en la edición del 1 de Junio de la revista La Atalaya. Puesto que el feto adquiere toda su nutrición por medio de la sangre que el feto recibe de la madre a través de la placenta, esto contradice el significado que nosotros damos a la palabra “Nutrición”.
En lo referente a ser “Razonables” en el uso de la sangre para propósitos médicos también encuentro grandes contradicciones. Por ejemplo, yo no entiendo por qué nosotros podemos hacer distinciones entre un componente sanguíneo y la sangre en sí. Tampoco entiendo el porqué del porcentaje aceptable y el porcentaje inaceptable. De hecho, aunque fuera posible hacer tales distinciones no hay razón para que nosotros las hagamos, pues debemos demostrar que nuestro “Razonamiento” está basado en las Escrituras y no en opiniones personales. Por ejemplo, la Biblia nos ordena a abstenernos de la fornicación. Es obvio que es imposible hacer una distinción entre los componentes “Apropiados” e “Inapropiados” de la porneia, pues la Biblia, de manera inequívoca claramente dice abstenerse de la fornicación. Debido a ello, a continuación presento lo que considero son errores terribles en lo referente a las distinciones que hacemos respecto a los componentes sanguíneos, y lo que ustedes llamas ser “Razonables” en el uso de la sangre para propósitos médicos:
1.- Es obvio que no existe ninguna diferencia entre los derivados sanguíneos que consideramos aceptables, pues el hecho que provienen de componentes sanguíneos los hace ser sangre en sí, y por lo tanto, es imposible hacer una distinción razonable y correcta y considerar estos componentes sanguíneos como algo diferente a la sangre completa, pues tanto los glóbulos blancos, así como los glóbulos rojos y las plaquetas cumplen un propósito definido, y ninguno puede considerarse como más o menos importante que otro. También es absurdo clasificar a los componentes sanguíneos como “Componentes mayores” y “Componentes menores” a menos que se de una definición clara y precisa de lo que es “Mayor” y lo que es “Menor”.
2.- El hecho que un componente pueda considerarse como “Menor” de ninguna manera significa que ese componente no sea sangre, por lo tanto, es imposible hacer una medición correcta basada en el porcentaje de lo que dicho componente signifique en la sangre. El hecho que los glóbulos blancos sean menores en volumen que otro tipo de componentes no significa que ellos no sean sangre.
3.- El personal médico por lo regular se refiere a los glóbulos rojos, los glóbulos blancos, las plaquetas y el plasma como sangre. Si verdaderamente tomamos en serio la advertencia que nos dice que nos abstengamos de sangre, entonces no podemos hacer una distinción entre componentes sanguíneos y aceptar algunos y rechazar a otros. En este caso la orden de abstenernos de sangre es tan clara e inequívoca como aquella que nos dice que nos abstengamos de la fornicación. -Hechos 15:20, 1Tesalonicenses 4:3-. Las Escrituras en ningún lugar mencionan que Jehová Dios considera a ciertos componentes sanguíneos como más o menos importantes que otros. Las designaciones y divisiones de la sangre en diferentes componentes son cosas de hechura humana; por lo tanto, podemos decir que las diferentes divisiones y clasificaciones de la sangre en diferentes componentes han sido hechas por los científicos basadas en lo que según ellos han entendido respecto a la sangre y sus funciones. Jehová Dios ha reconocido los diferentes elementos de todos y cada uno de los componentes; por lo tanto, no hay razón para basar nuestras creencias en las opiniones de los hombres de ciencia.
Aparte de esto, nuestra postura en lo referente al asunto de la sangre muestra muchas contradicciones e inconsistencias. Por ejemplo:
1.- la contradicción de aceptar utilizar la sangre que ha sido donada y almacenada, al mismo tiempo que condenamos la donación y el almacenamiento de sangre.
2.- El hecho de decir que nos abstenemos de sangre, al mismo tiempo que nuestra postura actual permite el uso de derivados sanguíneos. Debido a eso, los médicos, y de hecho, cualquier persona puede decir con toda propiedad: “Los Testigos de Jehová se abstienen de aceptar ciertos componentes sanguíneos, pero no se abstienen de la sangre en sí”.
En su respuesta del 21 de Febrero del 2000 ustedes me hablaron de “Mi preocupación respecto a por qué el aceptar fracciones de componentes sanguíneos para uso médico han sido dejado a la conciencia del individuo”. De hecho, puedo decirles de manera más exacta y específica que mi preocupación es saber por qué el aceptar algunos derivados sanguíneos es dejado a la conciencia de la persona y otros no. Sí, ¿Por qué a veces en algunos casos las cosas se dejan a la conciencia de las personas y otras no? En lo personal no veo ninguna justificación bíblica para dicha postura, y mi preocupación primordial no fue considerada en la respuesta que ustedes me dieron en su carta del 21 de Febrero.
Al igual que muchos otros hermanos, yo me siento capacitado para explicar nuestra postura en lo referente al uso de la sangre para propósitos médicos, y también sé dirigir a las personas interesadas a las publicaciones donde se trata este tema. Después; tal y como ustedes dicen, cada persona debe decidir por su propia voluntad qué procedimiento seguir según su propia conciencia, pero sin ningún tipo de coacción. Parece ser que ustedes no entienden la verdadera razón de estas cartas, y por eso se la diré nuevamente. Lo que yo quiero es saber las respuestas a preguntas claves e incómodas que con frecuencia me hacen. El saber esas respuestas me ayudará a enseñar con convicción a las personas, en lugar de solo decirles acerca de nuestra postura en lo referente a la sangre. El enseñar con convicción requiere saber y comprender las razones que hay detrás de nuestras respuestas y explicaciones; en este caso, las razones bíblicas para la aceptación de ciertos componentes sanguíneos y el rechazo de otros. Mi dificultad estriba en que soy incapaz de explicar y enseñar nuestra postura oficial por medio de las Escrituras. Yo no tengo ningún problema para informar y decir a la gente cuál es nuestra respecto al uso de la sangre para fines médicos.
Me temo mucho que no existen respuestas bíblicas para mis preguntas, pues si existieran ustedes ya me las hubieran dado. Esto es muy descorazonador, sin embargo, a pesar de mi limitado entendimiento haré mi mejor esfuerzo para servir a Jehová. Mientras tanto, espero que los asuntos que he tratado de clarificar sean retomados por ustedes y reconsiderados, y éstos sean tratados en las publicaciones del futuro. En caso que alguien me exija una respuesta clara y directa respecto al porqué de nuestra postura me veré en la necesidad de decirle que no sé la respuesta, y pediré que se me excluya de ser parte de algún tipo de consideración en lo referente al uso de la sangre para propósitos médicos.
En mi carta del 15 de Noviembre de 1999 les dije que mientras esperaba su respuesta yo me había dado a la oración y a la reflexión en lo que respecta a nuestra tolerancia al uso de ciertos derivados sanguíneos, y nuestro rechazo y condena del uso de otros, así como a lo que tiene que ver con nuestra enseñanza referente a la prohibición del uso de la sangre para propósitos médicos. Este tipo de reflexión me ha llevado a considerar la idea que tal vez este tipo de preguntas sean absurdas, y que nuestra postura actual requiere mucho más que la simple apariencia de tener respaldo bíblico, y que quizás el mandamiento que nos ordena a abstenernos de la sangre no trata el aspecto médico como lo conocemos en la actualidad, y por lo tanto, no es posible discutir este tema de manera segura y con convicción. Por lo tanto, en lo referente al uso de la sangre para fines médicos y el mandato bíblico que nos ordena a abstenernos de sangre, y en armonía con lo expresado en la revista La Atalaya del 1 de Junio en su página 20, párrafo 15, me permito sugerir que la enseñanza respecto a la sangre sea reconsiderada, y que haya un cambio en nuestro entendimiento respecto a las palabras “Abstenernos de sangre” y de lo que ellas significan.
Mi sugerencia es producto de una larga y profunda meditación. Aunque no espero contestación por parte suya, sí puedo decirles que me permití hacer esta sugerencia con las mejores intenciones en mente. Quiero decirles que mi sugerencia tiene como objetivo un mejor entendimiento de la Palabra de nuestro Dios, así como el respeto y la obediencia a nuestro Padre Celestial y a sus requisitos. Mi motivación al hacer esta sugerencia es genuina y de ninguna manera busca debilitar la Palabra de Dios, pues el hacer eso es contraproducente y seguramente nos impedirá ganar la aprobación de nuestro Creador. Si ustedes tienen alguna duda o pregunta al respecto, por favor siéntanse con la libertad de comunicarse conmigo; no obstante, les reitero mi opinión que no es necesario que me respondan. Considero que mi propuesta ya ha sido hecha en las revistas que ustedes publican, solo que ustedes no se han dado cuenta, y por lo tanto, no se ha analizado seriamente las palabras “Abstenerse de sangre” en el contexto de las necesidades médicas de la actualidad. Aunque debo admitir que siempre ha sido un gozo para mí el estudiar la Biblia, así como nuestras publicaciones, este tema es de una profundidad que no se puede comparar con los demás; no obstante, a pesar de ser un tema tan complejo las respuestas que yo encontré son relativamente sencillas, y es por eso por lo que me atreví a hacer este tipo de sugerencias. Mi sugerencia está incluida en esta carta en un documento separado, y aunque es un documento muy largo, él contiene elementos muy básicos y elementales que apoyan la reconsideración de nuestra postura en el asunto de la sangre para fines médicos.
Finalmente debo reconocer que esta es mi cuarta carta en la que trato el mismo tema, el cual tiene que ver con la observación correcta del mandato que nos ordena a abstenernos de sangre. Esto me recuerda la ocasión en que Abrahán cuestionó en varias ocasiones a Jehová Dios. -Génesis 18:22-23-. Espero que ustedes no mal interpreten mis intenciones, y que en lugar de ello se aboquen a aclarar mis dudas y respuestas de la mejor manera posible. Si es necesario yo estoy dispuesto a viajar y reunirme con ustedes en un encuentro cara acara, para así poder manifestarles de manera más clara todas mis inquietudes, y de esa forma mis preguntas y sus respuestas sean comprendidas mejor, al tiempo que mis sugerencias pueden ser analizadas y aprobadas, o rechazadas con fuerte apoyo bíblico -2 Juan 12-. Quiero expresar mi gratitud por las respuestas que he recibido hasta ahora en lo referente al uso de la sangre y la observación correcta de ese mandato de Dios. Tal y como expresé al inicio de mi correspondencia, yo no tengo a quién recurrir, es por eso por lo que decidí escribir a ustedes. Estoy conciente que mis cartas han sido tediosas y largas, pero desafortunadamente esa es la naturaleza de este tipo de temas, el cual he tratado de la forma más objetiva posible, siempre teniendo como propósito primordial un mejor entendimiento de la voluntad de Dios. Nuevamente agradezco su tiempo y sus respuestas.
Como dato posterior quiero expresa mi amor por ustedes, así como agradecimiento por el gran trabajo que hacen ustedes a favor de nuestra hermandad mundial.
Cambio Sugerido al Decreto Apostólico Referente a la Abstención de la Sangre.
El capítulo 15 del libro de Hechos contiene un decreto apostólico que afecta a todos los Cristianos. Parte de ese decreto exige que nos abstengamos de la sangre y de las cosas sacrificadas a los ídolos. Nuestra lealtad a Jehová implica que observemos ese mandamiento, pues la obediencia a dicho decreto no es opcional.
Sin embargo, las constantes preguntas en lo referente al uso de la sangre para propósitos médicos nos hace reconsiderar este decreto en vista de las necesidades de la era moderna. Por lo tanto, el mandato que nos ordena a abstenernos de la sangre y de las cosas estranguladas debe ser reconsiderado, así como todo lo que hemos publicado al respecto -Hechos 15:29-. Es claro que este decreto fue publicado en base a la ley que Jehová dio a Noé y que encontramos en Génesis 9:1-6. En lo referente a este decreto, los apóstoles dijeron que “Esa no era ninguna imposición sobre los Cristianos Gentiles para que ellos se conformaran a la ley Mosaica”, sino que mas bien, era un reconocimiento a los standards que se habían instituido antes que existiera la ley Mosaica. En otras palabras, nosotros enseñamos que la adherencia al decreto apostólico se define o se entiende por lo que Jehová dijo a Noé, no a Moisés. No obstante, al mismo tiempo nosotros también utilizamos aspectos de la ley Mosaica y decimos que aplica a Israel, pues esta ley refleja las intenciones de Dios en lo referente a la prohibición de la sangre; prohibición que fue dada a Noé. De hecho, nosotros decimos que la ley dada a Noé puede compararse a la ley dada a Moisés, y que por lo tanto, esta ley puede definirse o continuarse por medio el decreto apostólico. La definición o la explicación del decreto apostólico y su relación con la prohibición dada a Noé puede demostrarse fácilmente. Por otra parte, la explicación o definición del decreto apostólico y su relación con la ley Mosaica es más complicada y tediosa, y quizás hasta innecesaria.
Antes de discutir si la ley Mosaica que aplicaba a Israel debe utilizarse como basa para definir la prohibición dada a Noé en relación a la sangre, o para asegurar que esta ley también aplica al decreto apostólico, quiero asentar algunas cosas que servirán como premisas para basar mi opinión:
1.- El decreto apostólico basado únicamente en la ley que Dios dio a la humanidad por medio de Noé es insuficiente para concluir que Dios condena las transfusiones de sangre como se hacen en la actualidad.
2.- El decreto apostólico basado en la ley Mosaica que se dio a Israel es suficiente para concluir que Jehová Dios sí condena las transfusiones de sangre como se practican en la actualidad.
Ahora bien, si la orden dada a Noé es correcta y verdadera, entonces es necesario examinar y analizar cuidadosamente si la ley dada a Moisés es lo suficientemente clara en lo referente a la sangre, y si esta ley nos da un entendimiento inequívoco respecto a la ley que Jehová dio a Noé. Primeramente discutiremos si la ley dada a Noé prohíbe o prohibiría las transfusiones de sangre como las conocemos hoy.
En Génesis 9:3,4 leemos lo siguiente en referencia a la sangre:
“Todo animal moviente que está vivo puede servirles de alimento. Como en el caso de la vegetación verde, de veras lo doy todo a ustedes. Solo carne con su alma —su sangre— no deben comer”. Ahora les pregunto: ¿Verdaderamente estas palabras pueden utilizarse para la prohibición absoluta de las transfusiones de sangre; tal y como las conocemos hoy?
Anteriormente al Diluvio Noé y su familia fueron testigos de la extrema degradación de la especie humana, incluyendo el asesinato innecesario y caprichoso de gentes inocentes, y seguramente también la caza indiscriminada de animales. Durante el Diluvio Noé y su familia vivieron y experimentaron la más grande calamidad en contra de la humanidad hasta ese tiempo. Por lo tanto, a parte de ser testigos de la irresponsable actitud de la gente para con la vida humana, durante el Diluvio Noé y su familia también fueron testigos de la destrucción de la vida en una escala sin precedentes; destrucción que incluyó la vida humana y la vida animal; sin embargo, la destrucción de la vida en esa ocasión no fue indiscriminada. Después que sucedió esto, y considerando lo que Noé y su familia habían vivido, Jehová habló a Noé y le hizo saber el valor y el aprecio que Dios tiene por la vida, y le hizo ver lo valioso y sagrado que es la vida. Eso es lo que nos dice el contexto de Génesis 9:1-16.
Aunque a la humanidad jamás se le había prohibido el matar animales, en Génesis 9:3,4 encontramos la primera referencia que permite la caza de un animal para consumo humano, y por lo tanto, podemos decir que Noé fue la primera persona a quien se le permitió matar y consumir un animal. También, por medio de Noé, a la humanidad se le permitió por primera vez el asesinato de personas, siempre y cuando este asesinato fuera como castigo por el asesinato que el criminal o victimario había cometido. - Comparese con Romanos 13:4-. Aunque a Noé se le permitió cazar animales, a él también se le prohibió comer la sangre de dichos animales. Debido al respeto a la vida, a Noé se le prohibió consumir la sangre del animal que el mismo había matado, a pesar del hecho que Jehová había permitido el sacrificio de dicho animal. Debido a la reverencia de Noé por Jehová, Noé obedeció esta ley. Aparte de la prohibición de comer sangre; prohibición que representaba el respeto por la vida, Jehová también ordenó a Noé reproducirse y llenar la tierra; esto sin contar la promesa que Dios hizo de nunca más volver a traer un Diluvio sobre la humanidad; promesa que reflejaba el respeto de Dios por la vida. Por lo tanto, si analizamos detalladamente el contexto de Génesis 9:3,4 nos damos cuenta que Jehová prohíbe el consumo de la sangre, pues esta sangre es producto de un asesinato deliberado por parte del cazador. Este tipo de prohibición es mucho más estrecha que la elaborada prohibición que hemos desarrollado a través de los años. ¿Existe prueba bíblica para llegar a esta conclusión? Sí, sí existe.
Una diferencia fundamental entre la ley dada a Moisés y la ley dada a Noé es que la ley de Moisés aplicaba a la nación de Israel, mientras que la ley de Noé aplica a toda la humanidad. Sin embargo, en la ley de Moisés nosotros encontramos una orden bastante peculiar y extraña que debemos analizar profundamente. Esta orden se encuentra en Deuteronomio 14:21, donde leemos: “No deben comer ningún cuerpo [ya] muerto. Al residente forastero que está dentro de tus puertas lo podrás dar, y él tendrá que comerlo; o puede haber un venderlo a un extranjero, porque tú eres un pueblo santo a Jehová tu Dios”. Si analizamos esas palabras nos damos cuenta que Jehová permitía que la carne de un animal muerto y sin desangrar fuera consumida por los no Israelitas; es decir, esa carne podía ser consumida por aquellos a quienes aplicaba la ley de Noé de no comer sangre. Puesto que Jehová jamás ha anulado la ley que Él dio a Noé, debemos preguntarnos, ¿Acaso Jehová Dios hubiera saboteado sus normas y ayudar así a quebrantar su propia Ley? Jehová Dios dice claramente que Él no cambia -Malaquías 3:6-. Además de esto, bajo inspiración el apóstol Santiago escribió: “Porque con cosas malas Dios no puede ser sometido a prueba, ni somete a prueba Él mismo a nadie”. Es obvio pensar que Jehová Dios jamás facilitó o ayudó a quebrantar las leyes que Él mismo dio a la humanidad.
Por lo tanto, debido a que es ilógico pensar que Jehová Dios de alguna manera hubiera saboteado sus propias leyes, y debido a que Deuteronomio 14:21 contiene el permiso específico por parte de Jehová de que un animal muerto, y por lo tanto sin desangrar, no podía ser utilizado como alimento por aquellos que no estaban bajo la ley Mosaica, pero sí por aquellos que estaban bajo la ley de Noé, entonces podemos inferir que ese texto es la confirmación de lo que sospechamos; es decir, que Génesis 9:3,4 es una prohibición al consumo de sangre debido a que esa sangre fue obtenida por medio del asesinato deliberado de un animal. Por consiguiente, Deuteronomio 14:21 es una confirmación de mi sospecha que Jehová Dios NO considera a la sangre más sagrada y valiosa que la vida misma. Es por eso por lo que podemos inferir que la razón primordial por la que se dio esta ley a Noé no fue tanto por la sangre en sí, sino mas bien, fue dada con la intención de inculcar en Noé y sus descendientes el respeto por la santidad de la vida. El hecho que Jehová Dios prohíbe el consumo de la sangre de animales asesinados por humanos, al mismo tiempo que permite la ejecución de asesinos que han cortado vidas humanas es un fuerte recordatorio de cuán sagrada Dios considera la vida humana; santidad que es obvia por lo que nos dice el contexto de Génesis 9:1-16. Después de esa catastrófica pérdida de vida, Jehová Dios quiso recordar a la humanidad cuán sagrada es la vida. Jehová no quiso que la degradación de los días de Noé volviera repetirse, ni tampoco quiso que la humanidad usara como pretexto la destrucción de vida que Él mismo causó para degradar la santidad y el valor de la vida, y esto Él lo hizo de manera muy clara por medio de sus decretos.
Ahora nos enfrentamos a la pregunta de si la ley dada a Moisés y que aplicaba a Israel clarifica o sustenta de alguna manera la ley dada a Noé. En este análisis nos daremos cuenta de las grandes diferencias entre ambas leyes, así como de la aplicación y de las razones por las cuales se dio dicha ley, y lo que esto tiene que ver con la restricción de abstenerse de sangre. También nos daremos cuenta de por qué esa gran diferencia nos impide usar la ley Mosaica para clarificar las prohibiciones que se le dieron a Noé.
Un obstáculo muy grande para querer imponer aspectos de la ley Mosaica sobre los Cristianos es que tanto Efesios 2:15, Romanos 7:6, 10;5, así como 2Corintios 3:14 indican claramente que los Cristianos no están bajo la ley de Moisés. Además de este obstáculo, nos encontramos con la explicación de Dios acerca del porqué de tales prohibiciones respecto al consumo de la sangre. Nos daremos cuenta de por qué las prohibiciones de Dios respecto al uso de la sangre son mucho más restrictivas bajo la ley Mosaica. En Levítico 17:10 -12 leemos lo siguiente:
“En cuanto a cualquier hombre de la casa de Israel o algún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes que coma cualquier clase de sangre, ciertamente fijaré mi rostro contra el alma que esté comiendo la sangre, y verdaderamente la cortaré de entre su pueblo. Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación en virtud del alma [en ella]. Por eso he dicho a los hijos de Israel: “Ninguna alma de ustedes debe comer sangre, y ningún residente forastero que esté residiendo como forastero en medio de ustedes debe comer sangre.”
La razón por la cual esta ley aplicaba a los hijos de Israel, y era más restrictiva en lo referente al uso de la sangre puede sintetizarse en dos razones. Por favor, consideren el hecho que Jehová Dios tenía un simple “Porqué” y este porqué se comformaba de dos partes o elementos. Ambos elementos juntos constituyen el porqué o la razón por la cual se dieron dichas leyes, y explican por qué las leyes Mosaicas referentes a la sangre eran más restrictivas cuando se usaban con los hijos de Israel. En lo referente a la sangre Jehová Dios había incorporado a la ley Mosaica la ley dada a Noé; ley que nos habla de la santidad de la vida, y utiliza a la sangre como representación de la vida misma. Aparte de ello, Jehová explica por qué Él había hecho que los hijos de Israel utilizaran la sangre en sus sacrificios como expiación por sus pecados. Si recordamos que la sangre ya había sido usada por Dios como representación de la vida, es fácil comprender por qué la sangre era tan importante en los sacrificio de expiación. Es fácil comprender por qué Dios estableció leyes más restrictivas referente a la sangre para con Israel que para con el resto de la humanidad.
Por lo tanto, no se puede justificar la aplicación de principios Mosaicos a la ley de Noé en lo referente al uso de la sangre, pues los motivos por los que se dio la ley a Moisés y a Israel son diferentes motivos a los motivos por los cuales se dieron esas órdenes a Noé y al resto de la humanidad, pues la humanidad entera jamás estuvo bajo la ley Mosaica. Sí, no hay duda que la ley Mosaica era mucho más restrictiva que la ley de Noé. Sin embargo, aunque la ley Mosaica incorporó detalles dados a Noé en lo referente al uso de la sangre, también es cierto que se añadieron reglamentos y regulaciones que iban más allá de los límites establecidos en la ley de Noé, y estas regulaciones tienen que ver con el uso de la sangre para propósitos de expiación y sacrificios. Puesto que los Cristianos no están bajo la obligación de la ley Mosaica y sus sacrificios de expiación, entonces la razón para la prohibición del uso de la sangre basada en la ley Mosaica también desaparece. De hecho, tal prohibición jamás existió fuera del Israel de Moisés.
También es mi opinión; opinión basada en las Escrituras, que Jehová Dios no considera la sangre más valiosa que la vida misma, ni tampoco que la vida ocupe un lugar secundario al lugar ocupado por la sangre. En lo referente a esta idea podemos recordar las palabras de Jesús y preguntarnos, ¿Realmente es incorrecto el donar sangre para que nuestro prójimo o hermano salve su vida y se beneficie temporalmente de dicha donación? Si recordamos las palabras de Jesús, las cuales dicen, “Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos” podemos cuestionar seriamente cuán correcta es nuestra postura actual. -Juan 15:13-. Sí, Jesús nos exhortó a sacrificar nuestra vida si ese sacrificio significaba el beneficio temporal de nuestro prójimo y nuestros hermanos. A menos que la sangre sea considerada más valiosa que la vida misma, las palabras de Jesús bien pueden considerarse como un permiso que nos permite donar sangre con el propósito de salvar una vida; a pesar que esa es solo una salvación temporal.
De igual manera, personajes bíblicos destacados como David también estuvieron dispuestos a arriesgar o a donar su vida para el beneficio de otros. Esos hombres corrieron riesgos de manera voluntaria, y a menudo terminaron muriendo en la batalla en contra de los enemigos de Israel defendiendo a sus hermanos. Aunque es verdad que el motivo detrás de estos sacrificios era hacer la voluntad de Dios; aún así, el que esas personas hubieran sacrificado su vida eran bien visto y se agradecía mucho. -2Samuel 21:15-17; Hechos 9;24,25. El nuevo punto de vista que propongo aboga por un gran respeto y obediencia al mandato apostólico de abstenerse de sangre. El hacer esto significa que el Cristiano considera la vida como extremadamente valioso; tal y como Dios lo hace. La adherencia al decreto apostólico obliga a la persona a asignarle un alto valor a la vida, y ver la vida desde el mismo punto de vista de Dios. Esto implica que el Cristiano obedece las palabras dadas a Noé y rechaza la idea y el proceder que considera a la vida como algo barato y superficial; algo que puede descartarse según el capricho del mundo. Por lo tanto, este nuevo punto de vista requiere lo siguiente:
1.- Abstenerse de comer sangre de animales sacrificados para consumo humano.
2.- Abstenerse del asesinato o de cortar vidas ajenas.
3.- Obedecer fielmente el mandato de predicar las Buenas Nuevas y hacer discípulos, así como aceptar las consecuencias de no hacerlo; tal y como lo indica el profeta Ezequiel.
La razón por la que creo que la prohibición de abstenernos de sangre no incluye las transfusiones de sangre es porque una transfusión de sangre no implica el destruir una vida sino todo lo contrario; una transfusión de sangre puede salvar una vida.
Para concluir quisiera hacer un comentario acerca de nuestra compleja y elaborada postura respecto al uso de la sangre para propósitos médicos:
Nosotros hemos dicho que la abstinencia a las transfusiones de sangre es una muestra de sabiduría debido a los riesgos que implica el recibir tal donación; especialmente en estos días, cuando la posibilidad de adquirir una infección es tan alta. No obstante, ese tipo de razonamiento es un tanto problemático si consideramos que Dios permite el comer carne animal, lo cual se ha demostrado, también implica un gran riesgo a la salud. Tal y como la sangre, si la carne es expuesta por mucho tiempo al medio ambiente, o si no es seleccionada cuidadosamente puede representar un riesgo a la salud e incluso causar la muerte de la persona. Aún en los países desarrollados cada año miles de personas mueren por infecciones o envenenamiento debido al consumo de carne; por lo tanto, no creo que sea correcto el sugerir que la abstinencia a las transfusiones de sangre sea una nuestra de sabiduría, pues el consumir carne también es un riesgo para la salud, y sin embargo, no nos abstenemos de ello. Tal vez alguien argumente que la sangre de la persona es algo único y peculiar, y que debido a eso, se corre un gran riesgo a la hora de una transfusión de sangre. No obstante, lo mismo puede decirse de ciertas carnes y verduras, las cuales son intrinsicamente dañinas para la salud. Me atrevo a decir que un número mayor de personas es afectado por el consumo de carne que por las transfusiones de sangre.
En armonía con el consejo del “Esclavo Fiel y Discreto” hago la propuesta de mejorar y cambiar nuestro punto de vista actual referente al uso de la sangre para propósitos médicos. A partir de ahora dejo este asunto en las manos de Jehová.
Sinceramente su hermano R. Jensen
Posdata:
* Una comparación cuidadosa entre esta propuesta y algunas de las cosas que ha publicado la Sociedad Watchtower ratifican la validez de mi punto de vista, al proponer una postura más sencilla y menos elaborada respecto al uso de la sangre:
En el libro Unidos en la Adoración del Único Dios Verdadero, leemos: “Cuando el asunto que envolvía la aplicación de la ley Mosaica a los Cristianos Gentiles fue presentado al Cuerpo Gobernante en Jerusalén en el Primer Siglo, la decisión de ellos estaba basada en estos hechos. Ellos reconocieron que Jehová no requería que los Gentiles se adhirieran a esta ley antes de derramar sobre ellos su espíritu santo. La decisión del Cuerpo Gobernante citó ciertas cosas de las que había que abstenerse; prohibiciones que estaban en armonía con la ley Mosaica, pero estas prohibiciones fueron registradas antes que se diera la ley Mosaica. Por lo tanto, no se estaba imponiendo en los Cristianos Gentiles la responsabilidad de conformarse a la ley Mosaica, o a alguna porción de ella, sino mas bien, se estaba reconociendo las regulaciones que existían antes de la ley de Moisés”.
** En el libro Perspicacia para Comprender Las Escrituras leemos lo siguiente en la página 930: “Según Deuteronomio 14:21, se permitía vender a un residente forastero o a un extranjero un animal que hubiera muerto por sí mismo o al que hubiera despedazado una fiera. De este modo se hacía una distinción entre la sangre de tales animales y la de aquellos que se mataban para alimento. (Compárese con Le 17:14-16.) Los israelitas, así como los residentes forasteros que abrazaban la adoración verdadera y llegaban a estar bajo el pacto de la Ley, estaban obligados a obedecer los elevados requisitos de aquella Ley. La gente de todas las naciones estaba bajo el requisito de Génesis 9:3, 4, pero Jehová esperaba más de los que estaban bajo el pacto de la Ley que de los extranjeros y residentes forasteros que no se habían hecho adoradores suyos”.
Por su parte, la revista La Atalaya en su edición del 15 de Abril de 1983, en su sección Preguntas de los Lectores habla de Deuteronomio 14:21, y contesta la pregunta si la prohibición que da la Biblia respecto a los animales muertos por el hombre para su consumo también aplica al consumo de animales que murieron por causa natural. La respuesta que se dio concluye que no es así. Sin embargo, ese artículo fue escrito con los creyentes en mente, y no con lo que la ley dice en sí. No obstante, un análisis cuidadoso nos dice que la ley de Moisés solo aplicaba a Israel; ley que incluía las prohibiciones dadas a Noé. Para el resto de la humanidad era la ley de Noé la que aplicaba. Las preferencias o prácticas religiosas son irrelevantes a la hora de analizar lo que verdaderamente dicen las Leyes de Dios. En el caso de Deuteronomio 14:21 no hay indicios que aquellos que recibían carne sin desangrar para su consumo estuvieran exentos de cumplir la ley de Dios para la humanidad dada a Noé. Además, Dios no trataba con aquellos que estaban fuera de la ley Mosaica, sino solo con aquellos a quienes dicha ley aplicaba. Si reflexionamos ante esto nos damos cuenta que Jehová no hubiera facilitado o ayudado a quebrantar su propia ley; tal y como tampoco habría ayudado a violar la ley dada a Noé que prohibía el asesinato. Tal ayuda por parte de Dios a quebrantar su propia ley socavaría la autoridad de dicha ley, la cual promovía la obediencia y el respeto a la vida. Por lo tanto, Deuteronomio 14:21 nos presenta un problema muy grande si tratamos de armonizar este mandato con la ley dada a Noé; ley que prohíbe comer la sangre de animales que fueron asesinados deliberadamente para consumo humano. De manera significativa, la publicación Perspicacia Para Comprender Las Escrituras reconoce que Deuteronomio 14:21 hace una distinción animales ya muertos, y los animales sacrificados deliberadamente para consumo humano. Como podemos ver, Jehová Dios, por medio de Deuteronomio 14:21 hace una distinción entre las personas bajo la ley de Moisés, y las personas que aunque fuera de la ley de Moisés estaban bajo la ley de Noé; ley que aplica a toda la humanidad. -Génesis 9: 3,4-.
*** El hecho que la ley de Moisés era más restrictiva en lo referente al uso de la sangre puede verse fácilmente. Por ejemplo, la ley Mosaica permitía el uso de la sangre solo para la expiación de pecados. Fuera de esta circunstancia, la sangre debía de ser derramada sobre el suelo. -Levítico 16:15, 17:13-. Ahora bien, aunque la ley dada a Noé fue incluida en la ley de Moisés, Noé no tenía las restricciones de la ley Mosaica. De manera interesante, la publicación Perspicacia Para Comprender Las Escrituras reconoce que en lo referente al uso de la sangre que si bien es cierto que toda la humanidad está bajo la ley dada en Génesis 9:3,4, los “Hijos de Israel” estaban sujetos a principios más elevados que el resto de las naciones. El hecho que la Ley de Noé y la Ley de Moisés contienen diferentes grados de culpabilidad muestra claramente que una no puede usarse para clarificar o apoyar a la otra. Ustedes han admitido la diferencia entre ambas leyes, y se han dado cuenta que una es más restrictiva que la otra.
**** La revista La Atalaya del 1 de Julio de 1951 contiene una pregunta que tiene que ver con Juan 15:13, y también con la donación de sangre. La pregunta dice: “Si la transfusión causa un bien, o inclusive si salva una vida, ¿No puede considerarse esto como una obra Cristiana? ¿Acaso no dijo Jesús: Nadie tiene mayor amor que este: que alguien entregue su alma a favor de sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando? La conclusión de este artículo es un contundente no. Sin embargo, este artículo llegó a esa conclusión al sugerir que los seguidores de Jesús no pueden donar su vida en favor de sus hermanos debido a que la vida de la persona no tiene el poder de expiación que tiene la vida de Jesús. Este tipo de razonamiento está equivocado, pues olvida que Jesús sabía que el sacrificio de la vida de uno de sus seguidores a favor de sus hermanos solo traería beneficios cortos y temporales; no obstante, a pesar de ello, Él los exhortó a hacer precisamente eso. Desde el año 1951 nuestras publicaciones han señalado lo importante que es sacrificarnos a favor de nuestros hermanos; sin embargo, ese sacrificio a favor de nuestros hermanos jamás ha sido considerado por medio de donar sangre a las personas necesitadas de ella; ya sea como transfusión de sangre entera, o para ser procesada y ser usada como derivados sanguíneos. Al responder esta pregunta se recurrió al pensamiento circular y monótono de siempre, pues se dice que si la salvación de una vida se logra por medio de una transfusión de sangre, esta salvación es inútil, pues se logró violando una ley de Dios, lo cual puede significar nuestra condena eterna, y también se nos dice que el violar la ley de Dios no puede traer nada bueno independientemente de las intenciones con que se haya hecho tal donación, y que no hay justificación para ello independientemente de las explicaciones que queramos dar. Aunque hay mucha verdad en esa respuesta, esa respuesta es de tipo circular; es decir, no contesta la pregunta original; no dice si la intención de salvar una vida por medio de donar sangre es o no es un sacrificio caritativo y Cristiano.
***** Es muy significativa la actitud de David cuando sus soldados arriesgaron innecesariamente su vida con tal de conseguir agua de una cisterna de Belén, tal y como nos dice el relato de 2Samuel 23:13-16. En respuesta al riesgo innecesario que corrieron sus soldados, el relato nos dice lo siguiente:
“Después de un rato David expresó su deseo vehemente y dijo: “¡Ay, que pudiera yo beber del agua de la cisterna de Belén que está a la puerta!”. Ante esto, los tres hombres poderosos se abrieron paso por fuerza en el campamento de los filisteos y sacaron agua de la cisterna de Belén que está a la puerta, y vinieron llevándola y trayéndosela a David; y él no consintió en beberla, sino que se la derramó a Jehová. Y pasó a decir: “¡Es inconcebible de parte mía, oh Jehová, que yo haga esto! ¿[Beberé yo] la sangre de los hombres que fueron a riesgo de sus almas?. Y no consintió en beberla”.
Como vemos, aquí David consideró el beber esa agua como el beber la sangre de sus soldados. Sin embargo, David no se oponía a beber la sangre de sus soldados sino al riesgo innecesario que sus soldados habían corrido al conseguir esa agua. En otras ocasiones David aceptó regalos y obsequios que se habían obtenido por medio de poner en riesgo la vida de sus soldados. En otras ocasiones, cuando las circunstancias lo requerían, David mismo dirigió los ejércitos de Israel en la batalla; aún a costa de su propia vida. Como buen rey de Israel, David estuvo dispuesto a arriesgar y sacrificar su vida peleando las batallas de Israel. ( Véase 2Samuel 21:15-17). Aunque no era culpa ni decisión de ellos, cada soldado Israelita sabía que él podía morir en la batalla, y a pesar de ello, ellos mostraron una actitud de valor y sacrificio a la hora de pelear por su pueblo. Esas acciones son indicativas de las palabras de Jesús, las cuales nos ordenan sacrificar nuestra vida para que otros puedan vivir. -Juan 15:13-.
Marzo 3, 2000
De R. Jensen
24 Running Deer Road
Phenix City Al. 36870
Para
Watchtower Bible and Tract Society
25 Columbia Heights
Brooklyn, NY 11201
Tema: La Observancia Correcta en lo Referente al Uso de la Sangre.
Estimados hermanos:
Envío la continuación de la carta que envié a ustedes el 1 de Marzo del año 2000. Por favor, entreguen esta misiva a quien tenga la carta que envié el 1 de Marzo del año 2000.
Muchas gracias por leer y considerar mi carta. Quiero aprovechar la oportunidad para enviar mi amor y saludos a todos ustedes.
Su hermano y coesclavo en el servicio a Jehová.
R. Jennsen.
El Decreto Apostólico -Segunda Parte-
Me di cuenta que olvidé discutir el decreto apostólico y ver si éste está en armonía con mi propuesta de ver el asunto de la sangre desde una perspectiva diferente. Envío este anexo para corregir mi error.
En lo referente al asunto de la sangre concluí lo siguiente en mi carta del 1 de Marzo del año 2000 y esto tiene que ver con el decreto apostólico tal y como se entiende o se define según la ley de Noé.
Este decreto apostólico:
1.- Requiere la abstención de comer sangre de animales que han sido asesinados deliberadamente para consumo humano.
2.- Requiere el respeto a la vida y el abstenerse del asesinato.
3.- Requiere trabajo duro en lo referente a la predicación de las Buenas Nuevas del Reino de Dios.
4.- NO requiere la abstención del uso de sangre para propósitos médicos, debido a que una transfusión de sangre no requiere el quitar la vida de la persona.
Ahora bien, ¿Están esas conclusiones en armonía con lo que dice el decreto apostólico? ¿Apoya el decreto apostólico estas conclusiones? Trataré de dar respuesta a esas dos preguntas en esta carta.
En lo referente al decreto apostólico estoy convencido que este decreto está basado en la ley que Dios dio a Noé. Hechos 15:19-21 dice lo siguiente: “Por lo tanto, es mi decisión el no perturbar a los de las naciones que están volviéndose a Dios, sino escribirles que se abstengan de las cosas contaminadas por los ídolos, y de la fornicación, y de lo estrangulado, y de la sangre. Porque desde tiempos antiguos Moisés ha tenido en ciudad tras ciudad quienes lo prediquen, porque es leído en voz alta en las sinagogas todos los sábados”.
Debido a que en otros pasajes la Biblia es muy clara respecto al hecho que los Cristianos no están bajo la ley Mosaica, y puesto que las palabras que encontramos en el capítulo 15 del libro de Hechos muestran que los Gentiles o gentes de las naciones; quienes no estaban bajo la ley Mosaica, habían sido aceptados por Dios, podemos decir que la única referencia que se hace fuera del contexto de la ley Mosaica al uso de la sangre es el texto que encontramos en Génesis capítulo 9, lo que convierte a la ley de Noé en la base del decreto apostólico.
Para el Cuerpo Gobernante del Primer Siglo era muy importante hacer solo las prohibiciones necesarias. El capítulo 15 del libro de Hechos demuestra que era necesario incluir la ley de Noé respecto a la sangre debido a que la ley de Noé aplica a todo el mundo y no solo a Israel. Aparte de la ley de Noé, algunos escritos de Moisés fueron considerados para establecer partes del decreto apostólico. En lo referente a la ley dada a Noé, ésta contenía tres mandatos para la humanidad:
1.-La orden de Dios de reproducirse y llenar la tierra.
2.- La orden de no comer sangre de animales sacrificados para consumo humano.
3.- La orden de abstenerse de derramar sangre humana y del asesinato, a excepción de la pena de muerte en contra de asesinos.
De esos tres mandatos el decreto apostólico no hace mención a la orden de poblar la tierra ni del matrimonio. Puesto que la ley de Noé aplica a toda la humanidad, ¿Por qué no se vio la necesidad de hacer cumplir la orden respecto a reproducirse? La sencilla razón es porque en el Primer Siglo el problema de la falta de habitantes ya no era problema. -Comparese con Génesis 1:28-. Sin embargo, y aún más importante es el hecho que Jesús vio que esa parte de la orden de Dios ya no era necesario seguirla. Es por eso por lo que Él dijo: “No todos hacen lugar para el dicho, sino únicamente los que tienen el don. Porque hay eunucos que nacieron así de la matriz de su madre, y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se han hecho eunucos por causa del reino de los cielos. Quien pueda hacer lugar para ello, haga lugar para ello”. -Mateo 19:12-. Debido a que la decisión respecto a la sangre fue tomada por el espíritu santo, es obvio pensar que los apóstoles no hubieran ignorado la orden respecto a la reproducción del género humano; por lo tanto, si esa orden no se menciona es porque no era necesario seguirla. Es ese tiempo las cuestiones del matrimonio y la de tener hijos era una decisión personal mas bien que una orden, es por eso por lo que se sugiere que se haga lugar para la soltería. -1 Corintios 7:8-.
Ahora trataremos el tercer mandamiento dado a Noé, que tiene que ver con el abstenerse del derramamiento de sangre humana; es decir, abstenerse del asesinato. Esta orden de Jehová solo permite el derramamiento de sangre humana como castigo en contra de los asesinos. Por lo tanto, nos damos cuenta que ese tipo de derramamiento de sangre es una orden que aplica a todos los Cristianos. Puesto que la orden apostólica de abstenerse de sangre y de cosas estranguladas incluye la prohibición de comer sangre de animales para consumo humano, entonces la prohibición de abstenerse de sangre es una reafirmación a la orden de abstenernos de derramar sangre. Pero, ¿Es eso lo que el Cuerpo Gobernante tenía en mente cuando usó la expresión “Abstenerse de la sangre”? Por favor, consideren por un momento lo siguiente:
1.- El capítulo 15 del libro de Hechos nos habla de la aceptación de Dios de las gentes de las naciones; los Cristianos Gentiles que formarían un pueblo para su Nombre. -Hechos 15:14-. El primer gentil del que se hace referencia es Cornelio; un hombre que según las Escrituras era un oficial del ejército Romano. Como todos sabemos, los oficiales militares tienen como misión matar o asesinar a los enemigos del Estado, y también es trabajo de ellos el enseñar a sus discípulos a hacer lo mismo. ¿Podía Cornelio permanecer en su posición y ser acepto ante Dios? Por supuesto que no. Es por eso por lo que se vio la necesidad de recordar el mandamineto que nos ordena a “Abstenernos de sangre”; es decir, el abstenernos de asesinar a nuestro semejante de forma deliberada.
2.- Era costumbre en ese tiempo el que las personas portaran armas; armas que eran diseñadas con el propósito de matar gente. De hecho, hasta algunos discípulos de Jesús portaban esta clase de armas. El portar este tipo de armas representaba el peligro que ellas podían ser usadas para matar a una persona e incurrir en derramamiento de sangre, lo cual violaría la ley de Noé que prohibía el derramamiento de sangre humana. En aquel tiempo eran comunes las persecuciones en contra de personas por el solo hecho de tener una ideología diferente, y el asesino actuaba con impunidad. Al apóstol Pablo actuó con impunidad cuando Esteban fue asesinado, y él también fue partícipe de numerosos actos de brutalidad en contra de Cristianos. Las personas que querían ser discípulos de Jesús y ser partícipes de su reino debían entender que tal proceder era completamente inapropiado para todo aquel que decía ser seguidor de Jesús. -Efesios 4:20-24-. Por lo tanto, nos damos cuenta que había una gran necesidad de recordar el mandamiento que exigía que la persona se abstuviera de sangre, lo cual implicaba el abstenerse del asesinato premeditado. Eso era una necesidad.
3.- Contrariamente al mandato de ser fructíferos y llenar la tierra, las palabras de Jesús anularon tal orden. No obstante, a pesar de eso, Jesús reafirmó la ley de Noé en lo referente a la abstinencia de sangre al decir a Pedro: “Todo aquel que viva por la espada perecerá por la espada”.
Debido a esto, nos damos cuenta que para el Cuerpo Gobernante del Primer Siglo era vital recordar a los seguidores de Jesús el abstenerse de sangre; lo cual era una reafirmación de la ley de Noé, la cual expresamente condenaba el asesinato de un ser humano.
Finalmente, ahora consideraremos la segunda prohibición del decreto dado a Noé, el cual aplica a toda la humanidad y que ordena el abstenerse de comer sangre de animales sacrificados para consumo humano. El decreto apostólico nos ordena a abstenernos de sangre “Y” de cosas estranguladas. Considerando el hecho que la ley de Noé fue la base para el decreto apostólico, y recordando que la ley de Noé contenía dos prohibiciones respecto al uso de la sangre, podemos concluir que la abstinencia de la sangre en sí es una de las prohibiciones, mientras que el abstenerse de cosas estranguladas es la otra prohibición que se le dio a Noé. Es por eso por lo que el decreto apostólico hace énfasis en dos prohibiciones; prohibiciones que son obligatorias para los Cristianos.
Por eso les pregunto, ¿Qué creen que les quiero decir con esto? Simplemente les quiero decir que mis deducciones están en armonía con las disposiciones contenidas en el decreto apostólico. El hecho que se utilice la palabra o conjunción “Y” en el mandato apostólico que nos ordena a abstenernos de sangre - abstenerse de sangre Y de cosas estranguladas- es una reafirmación de las dos leyes dadas a Noé. El hecho que hubo la necesidad que los ancianos se reunieran para discutir este tema, así como el razonamiento que se uso para llegar a las conclusiones que llegaron reafirmó el hecho que dos de las tres leyes dadas a Noé seguían en efecto, mientras que la otra podía ser ignorada. Dos de esas leyes eran obligatorias; la otra era opcional. De las dos leyes que aún aplican ninguna es lo suficientemente clara como para poder decir que ellas pueden ser una referencia a las transfusiones de sangre que conocemos hoy en día.
Mi punto de vista referente a la prohibición de la sangre también incluye la predicación exhaustiva de la Palabra de Dios y de su Reino. Pero, ¿Por qué llegué a esas conclusiones? Bueno, primeramente debemos recordar que Noé era un predicador de justicia. La predicación y convicción de Noé surtió efecto en su familia. Además de esto, el apóstol Pablo pudo decir en referencia a él mismo: “Y ahora, ¡miren!, sé que todos ustedes entre quienes anduve predicando el reino no verán más mi rostro. Por eso los llamo para que este mismo día sean testigos de que estoy limpio de la sangre de todo hombre, porque no me he retraído de decirles todo el consejo de Dios. Presten atención a sí mismos y a todo el rebaño, entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear la congregación de Dios, que él compró con la sangre del [Hijo] suyo”. -Hechos 20:25-28-. Si Pablo no hubiera estado activo en la predicación de la Palabra de Dios él no se hubiera considerado a sí mismo inocente de derramamiento de sangre ante Dios; derramamiento que estaba prohibido en la ley de Noé. El ejemplo de Noé, y las palabras de Pablo proveen razones para pensar que el “Abstenernos de sangre” es una referencia a la predicación exhaustiva de la Palabra de Dios por parte del Cristiano.
Como expresé anteriormente, y en armonía con el consejo provisto por el “Esclavo Fiel y Discreto”, dejo en sus manos la consideración a un posible cambio en lo referente a la enseñanza que nos ordena a “Abstenernos de sangre” en las manos de ustedes. A partir de ahora las cosas están en las manos de Jehová.
Sinceramente: R. Jensen
-Esta carta no fue contestada-
Enero 3 del 2001
De:
R. Jensen
24 Running Deer Road
Phenix City Alabama 36870
Para:
Watchtower Bible and Tract Society
25 Columbia heights
Brooklyn NY 11201
Estimados Hermanos:
Esta carta es para dar seguimiento a la correspondencia que les envié el 1 de Marzo del año 2000. En esta ocasión vuelvo a incluir las cartas que les envié la vez pasada.
En la carta del 1 de Marzo del año 2000 expresé lo difícil y contradictorio que es nuestra postura en lo que respecta a la donación, y al uso de la sangre para propósitos médicos. También en esa carta, y en la carta posterior incluí un documento donde yo hice algunas sugerencias para un cambio en lo relacionado a nuestra postura actual en el asunto de la sangre, y utilicé las Escrituras para argumentar dicho cambio. Esta nueva carta la escribo con la intención de hacerles ver una vez más la necesidad de un cambio, y para hacerles notar lo difícil que es justificar nuestra postura en este asunto a la luz de las Escrituras; en especial cuando esta pregunta proviene de una persona interesada.
En mi carta de Marzo del año 2000 les dije que no era necesario que ustedes contestaran a mi sugerencia respecto a un cambio en el asunto de la sangre. Sin embargo, en esta ocasión es diferente; en esta ocasión sí espero una respuesta y una explicación por parte de ustedes en lo referente a nuestra postura actual en el tema de la sangre. Después que les escribí sin recibir respuesta decidí esperar y pensé que ustedes tratarían este difícil tema que tanto me preocupa en algunas de sus publicaciones. Al principio pensé que la respuesta que se dio en la edición del 15 de Junio de la revista La Atalaya era suficiente para aclarar mis dudas. Sin embargo, después de leer ese artículo y de reflexionar sobre él, me di cuenta que no cumple con mis expectativas. En vez de aclarar mis dudas, este artículo las complicó aún más, pues el artículo insinúa que nuestra postura es diáfana, clara, y fácil de entender, cuando en realidad no lo es. La pregunta que se contestó decía: ¿Aceptan los Testigos de Jehová productos médicos derivados de sangre? El artículo comienza diciendo: “La respuesta básica es que los Testigos de Jehová no aceptamos sangre”. Sin embargo, si tomamos en cuenta lo que nos dice el artículo podemos decir que la respuesta correcta es que los Testigos de Jehová aceptan algunas partes de la sangre y rechazan otras.
En muchas ocasiones el artículo del 15 de Junio habla de extractos o fracciones que han sido obtenidos de la sangre, y eso en lo personal lo considero muy significativo. El hecho que a estos productos se les llame extractos de componentes sanguíneos no altera el hecho que dichos extractos sean sangre o que puedan considerarse como productos prohibidos por nuestras normas actuales. Es por eso por lo que les pregunto, ¿Qué hace que ustedes toleren una proteína completa como la albúmina o el factor VIII, y lo consideren inferior a la plaqueta de la cual es extraído? El llamar a ciertos elementos de la sangre “Extractos de componentes sanguíneos” no reconoce el hecho que algunos de los “Extractos” tolerados en ocasiones componen un mayor volumen de la sangre que otras partes de la sangre que consideramos prohibidas. El artículo del 15 de Junio habla principalmente de glóbulos blancos, glóbulos rojos, plaquetas y plasma. Este tipo de divisiones solo pueden considerarse como arbitrarias, pues la Biblia en ningún lugar hace distinciones de los componentes sanguíneos ni específica que cierto componente sanguíneo sea menos sangre que otro. Finalmente, el llamar o considerar algo como residuo sanguíneo en el contexto en que se escribió el artículo evita mencionar el hecho que todos y cada uno de estos componentes sanguíneos están relacionados con el plasma. Esto significa que elementos prohibidos como las plaquetas deben ser extraídos del plasma al igual que otros de los componentes permitidos si es que ellos han de ser usados en nosotros. Es por eso por lo que es absurdo el llamar a algo “Extracto de plasma” si la extracción es deliberada y se hace con la intención de obtener un elemento y desechar otro. Debido a que el tema antes mencionado no se abordó en el artículo que ustedes publicaron, el significado de la expresión “Extractos de componentes sanguíneos” es muy ambigua y puede considerarse como una distinción arbitraria.
Tal y como indico en esta carta, y en mi carta del 1 de Marzo del año 2000, nuestra postura actual de aceptar ciertos componentes sanguíneos y rechazar otros es gravemente deficiente, y no veo cómo esta postura pueda estar basada en las Escrituras, y ustedes; por su parte, tampoco me han mostrado apoyo bíblico para tal postura. La idea que se presentó en el artículo del 15 de Junio y que dice que nuestra postura es clara y diáfana en el asunto de la sangre confunde a aquellas personas que tratan de ver esta postura desde una perspectiva bíblica; incluyéndome a mí, a pesar del hecho que me esfuerzo diligentemente por entenderlos. Como les dije anteriormente, nosotros enseñamos que nos abstenemos de sangre; sin embargo, es más correcto decir que nosotros nos abstenemos de ciertos componentes sanguíneos y aceptamos otros. Para serles sinceros, mi conciencia no me permite decirle a un médico que nosotros nos abstenemos del uso de la sangre para propósitos médicos, ni tampoco puedo decirle que nos abstenemos de las donaciones de sangre y del almacenamiento de ella, pues el uso de derivados sanguíneos incluye la donación de sangre y su respectivo almacenamiento. Hasta el 15 de Junio pensé que ustedes serían más claros y directos en lo referente al uso de la sangre para propósitos médicos, y por esa razón fue por lo que esperé pacientemente sin escribirles nuevamente. Al principio me entusiasmé al ver que se trataba de nuevo el asunto del uso de la sangre para fines médicos; sin embargo, mi entusiasmo rápidamente se tornó en decepción al ver que se evitó tratar los temas que tanto me afligen, y las dificultades a las que los ancianos nos enfrentamos al defender esta postura desde una postura netamente bíblica.
Es en verdad preocupante y desconcertante hacer una comparación entre lo publicado en los artículos del 15 de Junio y el 15 de Octubre, y de lo que ellos nos dicen en lo referente a derramar la sangre sobre el suelo. El artículo del 15 de Junio usa este argumento para validar nuestra postura referente a la prohibición de las transfusiones de sangre; al mismo tiempo que en ese mismo artículo se nos dice que “Otros Cristianos piensan diferente”. Por lo tanto, el artículo nos dice que nuestra postura nos confirma la idea o la orden dada a Moisés de vertir la sangre sobre el suelo, y de manera inconciente se nos dice que el Cristiano no necesariamente tiene que sujetarse a la ley Mosaica. Si verdaderamente nuestra postura fuera la de hacer cumplir las órdenes dadas a Moisés entonces nos veríamos en la necesidad de prohibir el uso de la sangre siempre y en cualquier circunstancia; pues según nosotros, toda la sangre debe vertirse sobre el suelo. Por su parte, el artículo publicado el 15 de Octubre nos dice claramente que el vertir la sangre sobre el suelo es una orden que debe cumplirse; es decir, es una obligación; no es una opción. El artículo del 15 de Octubre dice lo siguiente “Nosotros no donamos sangre ni almacenamos sangre para ser utilizada por medio de transfusiones, pues la sangre debe ser vertida sobre el suelo. La práctica de donar sangre está en conflicto con la ley de Dios”. Por lo tanto, una comparación de los dos artículos revela una contradicción muy preocupante, pues el artículo del 15 de Junio presenta el vertir la sangre sobre el suelo como algo opcional, mientras que el artículo del 15 de Octubre presenta el vertir la sangre sobre el suelo como una ley que es inconcebible violar. Estos dos artículos de contradicen el uno al otro, y nublan el entendimiento de las personas en algo de suma importancia.
Además, aunque el artículo del 15 de Octubre dice que “Nosotros no donamos sangre ni tampoco la almacenamos para transfusiones, pues nuestra sangre debe ser vertida por sobre el suelo”, él no explica el cómo ni el porqué de nuestra postura al aceptar derivados sanguíneos, pues es obvio que estos componentes son producto de una donación; donación que posteriormente fue almacenada. Nuestra postura es intrinsicamente contradictoria, pues nosotros estamos dispuestos a usar la sangre donada por otras personas, al mismo tiempo que estamos renuentes a contribuir a la reserva de la cual se tomó la sangre para nuestro tratamiento. Al hablar con mi padre - quien también es anciano- le pregunté si él estaría agradecido si la vida de alguno de sus hijos fuera salvada por medio del uso de derivados sanguíneos. Obviamente, él me contestó que sí. Cuando le pregunte si él mismo estaría dispuesto a donar los componentes que salvarían la vida de su hijo él me dijo que no. Por lo tanto, lo que él en realidad me dijo es que es aceptable el usar la sangre de otra persona - por medio de “Derivados” sanguíneos- pero es incorrecto el salvar esa misma vida si nosotros somos los que tenemos que proveer tal sangre. Esto lo digo, no para criticar a mi padre ni a cualquier otra persona, sino para hacerles ver cuán contradictoria es esta postura, y la necesidad de que ustedes provean una solución.
Como era de suponerse, ni el artículo del 15 de Junio, ni el artículo del 15 de Octubre trataron este difícil tema de manera objetiva y responsable; tema que me veo obligado a tratar con ustedes por medio de correspondencia privada. Una preocupación muy específica la pueden encontrar en mi carta del 1 de Marzo del año 2000, solo que en esta ocasión sí exijo que ustedes den respuesta a las preguntas que les planteo. Es posible que ustedes también quieran volver a leer una vez más las otras cartas que he enviado. Para su conveniencia agrego esas cartas en este sobre.
Además de hablar de las grandes dificultades que entraña nuestra postura actual sobre la sangre, mi carta del 1 de Marzo expresa mis sentimientos y pensamientos de lo que yo considero es una postura errónea y hablo de la necesidad de un cambio. Esta conclusión y sugerencia la envié en la misma carta solo que en diferente sobre. Esta sugerencia la hice utilizando las Escrituras como base para mis argumentos, y traté de hacerlo de la manera más clara y sencilla para facilitar el entendimiento y las razones para mi propuesta. Puesto que no se nos da la oportunidad de refutar las cosas publicadas me veo en la necesidad de recurrir a la correspondencia privada para refutarlos y hacerles ver mis diferencias, así como para expresarles mi opinión respecto al error que significa nuestra postura actual. Mis sentimientos también son apoyados por las conflictivas y contradictorias cosas que ustedes publican. Por favor, entiendan que he hecho mi mayor esfuerzo en lo que respecta a investigar las Escrituras y nuestras publicaciones, al mismo tiempo que me he esforzado por sugerir una solución sensata y bíblica al dilema en que nos encontramos en lo referente a las donaciones de sangre y al uso de la sangre para fines médicos.
Mientras esperaba su respuesta he seguido considerando las Escrituras, orando, e investigando nuestras publicaciones para poder ofrecer una alternativa. Además de causarme confusión y angustia, nuestra postura contradictoria en lo referente a la sangre me hace llegar a la conclusión que tal postura es un grave error y me ha convencido de la necesidad imperante de un cambio. Sin querer robar más de su valioso tiempo, me tomé la libertad de compartir con ustedes algunas de las conclusiones y pensamientos a los que llegué después de una profunda meditación.
El artículo del 15 de Octubre citó comentarios contenidos en la edición del 1 de Julio de 1951 de la revista La Atalaya, y se nos dice que dicho artículo provee respuestas referentes al uso de la sangre para propósitos médicos. De todas las cosas que menciona ese artículo tal vez la más significativa es aquella que dice: “Puesto que los Cristianos no están bajo la ley Mosaica que da tanto énfasis las restricciones respecto al uso de la sangre, ¿Por qué deberíamos sujetarnos a tales mandatos?.
Como todos sabemos, las restricciones respecto a la sangre existían mucho antes que la ley Mosaica, y fueron dadas siglos antes a Noé. Esto lo comprobamos en Génesis 9:4. Esta ley siguió siendo efectiva para los Cristianos , aún después que la ley de Moisés fue disuelta por medio de la muerte de Cristo Jesús en el madero de tormento. La primera respuesta a esta serie de preguntas nos dice que la ley que ordena la abstinencia de la sangre es una ley básica y elemental para todo Cristiano, pues cuando las instrucciones básicas respecto al uso de la sangre fueron dadas la postura respecto a la sangre fue considerada como “Una de las cosas necesarias”. Por lo tanto, el principio respecto a la abstención de la sangre existía antes de la ley Mosaica, y continuó existiendo después de la ley Mosaica; por lo tanto, era vital que tal ley fuera mencionada e incorporada en el decreto apostólico.
La consideración y análisis que he hecho respecto a este tema revela e identifica un error bastante grande en la respuesta que ustedes proveyeron. Por ejemplo, aunque es verdad que a Noé se le hicieron prohibiciones respecto al uso de la sangre, no es verdad que las prohibiciones dadas a Noé son las mismas que las prohibiciones dadas a Moisés. No obstante, la respuesta de ustedes hace suponer que las restricciones dadas a Moisés ya existían antes de la ley Mosaica, lo cual no es verdad. De hecho, existen diferencias bastante significativas en ambas leyes. La orden dada a Noé solo prohíbe el uso de la sangre de un animal asesinado para consumo humano; mientras que la ley dada a Moisés prohíbe cualquier uso de la sangre, con excepción de la expiación de pecados. Esta diferencia puede verse si se analiza el hecho que la ley de Moisés ordenaba vertir la sangre sobre el suelo. Ahora bien, aunque si bien es cierto que a Noé se le prohibió el consumo de la sangre de animales, a él no se le ordenó derramar la sangre sobre el suelo. Noé pudo haber utilizado la sangre para otros propósitos sin violar la ley de Dios. Considerando los diferentes usos que Noé pudo haber dado a la sangre, es obvio pensar que Jehová hubiera dado órdenes específicas que prohibieran tal uso, ya sea que fueran para un propósito sagrado o no. Por ejemplo, Génesis 9:4 solo menciona la prohibición de la sangre para consumo humano. En el capítulo 9 de Génesis no se menciona; por decir algo, la prohibición de alimentar a animales con sangre, lo cual Noé pudo haber hecho - de hecho, son muchos los animales que se alimentan con sangre-. No obstante, la ley dada a Moisés es muy diferente en este aspecto, pues prohibía el uso de la sangre para cualquier propósito; con excepción de su uso para la expiación de pecados. Por lo tanto, las prohibiciones extremas acerca del uso de la sangre solo aplicaban al Israel de Moisés. Debido a ello, es posible pensar que Noé pudo haber utilizado la sangre animal como pigmento, o como pintura si él lo hubiera deseado, y esto no hubiera violado la ley que Jehová dio a Noé. Por lo tanto, podemos darnos cuenta de las grandes diferencias que existen entre ambas leyes. La ley de Noé contiene una sola prohibición respecto al uso de la sangre, y esta prohibición tiene que ver con el uso de la sangre como alimento, mientras que la ley dada a Moisés contiene muchas restricciones respecto al uso de la sangre. Una ley utiliza la sangre solo para propósitos sagrados, mientras que la otra no lo hace. A Noé no se le ordenó tratar la sangre tan sagradamente como se le ordenó a Moisés.
El artículo de 1951 también dice: “Por lo tanto, el principio referente al uso de la sangre existió antes y después de la ley Mosaica, y debido a ello, fue necesario incorporarla y dar énfasis a tal prohibición”.
Sin embargo, tal argumento no es tan fuerte como parece. La ley dada a Moisés hizo mucho más que simplemente afianzar la prohibición dada a Noé; de hecho, la ley de Moisés contiene prohibiciones que fueron añadidas y que no existían en la ley de Noé. Obviamente, añadir y enfatizar son cosas muy diferentes. La ley Mosaica no solo enfatizó la prohibición dada a Noé, sino que también añadió restricciones que Noé no conoció. La ley dada Moisés es radicalmente diferente a la ley dada a Noé, pues prohíbe el uso de la sangre para cualquier propósito, con excepción de rituales y expiación de pecados, mientras que la ley dada a Noé no hace tales distinciones, y solo menciona la prohibición del uso de la sangre para consumo humano; sangre que fue obtenida por medio del sacrificio deliberado del animal. Sin embargo, la pregunta que debemos hacernos es, ¿Por qué, en lo referente al uso de la sangre, la ley Mosaica contiene prohibiciones adicionales a la ley dada a Noé? La respuesta a esa pregunta está contenida en mi carta del 21 de Marzo del año 2000, pero puede resumirse en el hecho que fue por medio de la ley Mosaica que Jehová Dios introdujo los sacrificios para la expiación de pecados, y estos sacrificios tenían como detalle principal el uso de la sangre. - La grasa también estaba incluida en la ley Mosaica. -Levítico 17,6-. Por la tanto, la ley Mosaica agregó a la ley de Noé el uso de la sangre para propósitos sagrados. Puesto que los Cristianos no están bajo la ley de Moisés ni tampoco ellos usan la sangre para propósitos sagrados, entonces ese requerimiento tan particular y distintivo del uso de la sangre no existe para los Cristianos. -Hechos 15:7-11-. Es por eso por lo que en lo referente al uso de la sangre nuestras prohibiciones no son diferente a las prohibiciones dadas al justo Noé. El lenguaje sencillo y claro utilizado en el decreto apostólico refleja más la simple prohibición dada a Noé, que la complicadas y elaboradas restricciones impuestas sobre Moisés; restricciones que solo permitían el uso de la sangre en rituales para la expiación de pecados. Tal y como indiqué en mi carta de Marzo del año 2000, la orden de Dios dada a Noé es insuficiente para que nosotros concluyamos que la Biblia condena el uso de la sangre para propósitos médicos.
Con esto en mente, en esta ocasión también pido que contesten a mi sugerencia al cambio respecto a nuestra postura en lo referente al uso de la sangre que hice en mi carta del 1 de Marzo del año 2000, y del anexo que les envié dos días después. Si la presentación que he hecho de mis argumentos no es lo suficientemente clara, o si ustedes necesitan alguna aclaración les pido que por favor se comuniquen conmigo, para que así yo pueda darles una respuesta más clara y concisa. Si ustedes encuentran errores y deficiencias en mis razonamientos y peticiones, les pido que por favor me escriban mencionando sus razones bíblicas para que así yo pueda reflexionar en ellas y ver lo erróneo de mi petición. Si eso sucediera, me gustaría mucho tener una audiencia con ustedes para así poder discutir frente a frente los pros y contras de mi propuesta.
Tal y como indiqué en mis cartas de Marzo del año 2000, pueden estar seguros que mi fidelidad a Jehová permanece intacta. Esperaré pacientemente su respuesta y quiero agradecer de antemano el interés que han mostrado en lo referente a mis preguntas y preocupaciones. Quiero agradecer su atención y el tiempo que me han dedicado.
Respetuosamente,
Su hermano R. Jensen
Esta carta no fue contestada.
Tuesday, February 20, 2007
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